Cuando piensas en lowriders, probablemente imagines algo como un Chevrolet Impala de 1964, sumergido en una estética brillante y cromada. Pero aquí estás en Argentina, donde aparece en escena un Dodge Polara de 1975, un humilde representante del viejo mundo que, aparentemente, fue creado para el simple traslado de un punto A a un punto B. Pero Tom y los muchachos del taller MF Pollo decidieron lo contrario: tomaron este viejo cupé y lo convirtieron en un verdadero Lowrider argentino, un estilo que apenas existe aquí en América del Sur. Y aquí es donde comienza la locura.
Lo primero que hay que decir es que este coche tiene tanto en común con el Dodge Polara original como yo con el ballet. Sí, sigue siendo un coche de cuatro ruedas, y sí, tiene un motor. Pero tan pronto como te encuentras con él cara a cara, te das cuenta de que no es solo un coche, es un estilo de vida, toda una filosofía basada en horas locas de trabajo manual, nervios de acero y un amor absoluto por el proceso. Tom me dijo una vez que los coches Lowrider en Argentina se pueden contar con los dedos de una mano: tres o cuatro en todo el país, y ellos, estos locos, prácticamente crearon este estilo aquí desde cero. Honestamente, te hace pensar si vale la pena intentarlo, porque si decides ir por este camino, prepárate para pasar cientos, incluso miles de horas en el taller con MF Pollo.
Pero ahí reside precisamente la ventaja de MF Pollo: tiene su propio taller donde puede experimentar todo lo que necesita. Como fundador, tiene la libertad absoluta de hacer con el coche lo que le plazca. Este Dodge se convirtió en un proyecto personal para él, en el que mostró su máximo nivel de habilidad. Es como Akira Nakai con RWB: primero modificó sus Porsche 911, y luego, al mostrar su trabajo, comenzó a atraer clientes. MF Pollo está haciendo lo mismo: este Polara se convirtió en una especie de escaparate de su talento, y cualquiera que vea este coche entiende que puede confiarle su coche.
¿Qué es Lowrider entonces? Es cuando un viejo coche normal se convierte en una obra de arte que ya no está hecha para conducirse simplemente. Cuando me senté por primera vez en este Dodge Polara, lo primero que me llamó la atención fue la suspensión. Mi espalda olvidó instantáneamente lo que era el confort. Se elevaba y se bajaba con un sistema neumático improvisado, como tratando de mostrar que ya no era un coche, sino algo más, más cercano al arte de la instalación. Tom me lo advirtió de antemano: “El interior aún no está terminado”. Bueno, de todos modos está claro que este proyecto llevará meses para completarse.
Pero ¡vaya, cómo se ve por fuera! Este coche es como la encarnación del sueño de cómo un coupé normal puede convertirse en un brillante ejemplo del estilo Lowrider. Los discos de espejo, el profundo brillo de la pintura y las líneas perfectas de la carrocería: todo habla de cientos de horas de trabajo. No se trata de una pintura trivial. No. MF Pollo tomó el coche, le quitó toda la pintura, alisó cada línea y eliminó cada abolladura de óxido. He visto fotos de cómo era antes de llegar a sus manos, y sinceramente, yo lo habría enviado directamente al desguace. Pero ese no es el camino que toman los verdaderos entusiastas.
“Este trabajo lleva cientos de horas”, me dijo MF Pollo mientras miraba el coche. “El tiempo es algo que la mayoría de la gente no tiene, pero nosotros sí”. Y tenía razón. Llevar la carrocería a un estado perfecto es algo más que trabajo. Es toda una ciencia, especialmente cuando se trata de convertir un viejo trozo de metal en algo que pueda llamarse arte con justicia. Y cuando empieza la pintura, no se puede prescindir de una técnica especial. Cada capa se aplica con precisión, como si este proceso debiera durar para siempre.
Cuando conduces un coche así, empiezas a darte cuenta de que ya no es solo un medio de transporte. Este Dodge Polara es una oda al estilo, la audacia y la creatividad. ¿Sensaciones al conducir? Absolutamente locas. Su suspensión es tan rígida que te darán ganas de detenerte y tomar un poco de valeriana después de cada viaje. Su baja altura libre lo hace prácticamente incontrolable en la mayoría de las carreteras normales, pero ahí reside precisamente la esencia. Es un coche para exhibir, para espectáculos, para aquellos que lo comprenden. Y no importa cuánto tiempo y dinero haya costado, el resultado final vale la pena todo el esfuerzo.
En cada esquina de Argentina verás coches comunes, y solo 3 o 4 de ellos destacarán con el estilo Lowrider. Es un hecho. Es una rareza. Y los que se dedican a esto son prácticamente héroes, creando una nueva cultura en un país donde este estilo era completamente desconocido. Es un recordatorio de que incluso un cupé que debería haber llegado al final de su vida útil en la oxidación, puede ser revivido y convertirse en el símbolo de algo más grande.
Así que si te encuentras con este coche en las calles de Buenos Aires, deténte, mira. Porque no hay otros como él aquí.
Se trabajó en el material:
Propietario: marce_ply
Fotógrafo:mccarthy606
Texto: mccarthy606